Como planifiqué hace unos días este puente de Mayo ha servido para descansar, comer bien y hacer algo de deporte. Descansar no lo he hecho mucho, al menos físicamente, pero si mentalmente, he vuelto a disfrutar del pueblo de día, bajando a comer a Cuartos, dando algún paseo, cenando en el huerto... y sobre todo he hecho deporte, de alguna manera había que compensar tanta comida ingerida.
El jueves llegué cansado y de semirresaca, así que no hice otra cosa que no fuera comer bien.
El viernes salí a correr 8 km., había descansado y tenía fuerzas de sobra. Como al terminar seguía con muchas fuerzas (insisto, que panzadas de comer...) quedé con Aitor para subir el sábado al Berezo, tal y como hicimos en Semana Santa.
A las 8:30 quedamos en la puerta del Taller Teofilo, mi particular patrocinador, si no es por que me deja su bici no subo... Yo iba ataviado con los regalos que me hicieron en mi cumpleaños, el casco, el maillot y el culote (aunque todavía tengo el culo como el escote de Ana Obregon...). Esta vez en vez de subirme la cámara, preferí subirme un par de barritas energéticas y el mp3 por si me quedaba solo subiendo, pero no fue así, porque esta vez subimos los dos muy tranquilitos, no como la vez anterior que me creía que iba a buen ritmo y lo que pasaba es que iban muy flojitos los dos profesionales, así pues el ritmo fue lento, tanto a la subida como a la bajada, tanto, que incluso íbamos charlando.
El sábado si había desayunado a conciencia, no un simple zumo, aunque tenía reservas. Como la otra vez, sufrí mucho en el primer tramo, que la pendiente es mayor, pero a partir de ahí coser y cantar. Logramos subir en un tiempo similar a la vez anterior, pero sin darme una pájara ni bajarme de la bici, 121 minutos en llegar al refugio.
Por el camino nos encontramos con Marga y su padre que había subido andando, y fue nuestra reportera gráfica particular. Cuando llegamos al niño a por nuestras jarritas de cerveza con limón nos estaban esperando nuestras respectivas. Así da gusto...
El jueves llegué cansado y de semirresaca, así que no hice otra cosa que no fuera comer bien.
El viernes salí a correr 8 km., había descansado y tenía fuerzas de sobra. Como al terminar seguía con muchas fuerzas (insisto, que panzadas de comer...) quedé con Aitor para subir el sábado al Berezo, tal y como hicimos en Semana Santa.
A las 8:30 quedamos en la puerta del Taller Teofilo, mi particular patrocinador, si no es por que me deja su bici no subo... Yo iba ataviado con los regalos que me hicieron en mi cumpleaños, el casco, el maillot y el culote (aunque todavía tengo el culo como el escote de Ana Obregon...). Esta vez en vez de subirme la cámara, preferí subirme un par de barritas energéticas y el mp3 por si me quedaba solo subiendo, pero no fue así, porque esta vez subimos los dos muy tranquilitos, no como la vez anterior que me creía que iba a buen ritmo y lo que pasaba es que iban muy flojitos los dos profesionales, así pues el ritmo fue lento, tanto a la subida como a la bajada, tanto, que incluso íbamos charlando.
El sábado si había desayunado a conciencia, no un simple zumo, aunque tenía reservas. Como la otra vez, sufrí mucho en el primer tramo, que la pendiente es mayor, pero a partir de ahí coser y cantar. Logramos subir en un tiempo similar a la vez anterior, pero sin darme una pájara ni bajarme de la bici, 121 minutos en llegar al refugio.
Por el camino nos encontramos con Marga y su padre que había subido andando, y fue nuestra reportera gráfica particular. Cuando llegamos al niño a por nuestras jarritas de cerveza con limón nos estaban esperando nuestras respectivas. Así da gusto...
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